La crisis de liderazgo en Puerto Rico

Puede ser el resultado de cansancio, pero tengo una noción muy profunda de que nuestro país clama por liderazgo decisivo en este momento. El contexto requiere de liderazgo individual y colectivo como nunca antes.

La falta de voluntad de los empresarios y empresarias de jugar un rol más pronunciado en el desarrollo sociopolítico de nuestro país cada día es más alarmante.

Mucha gente tiene un sentido de desorientación. Es como si uno no pudiese digerir toda la información. Algo así como una falta de sensación nos mantiene sentados mirando el panorama. Crecientemente, perdemos nuestra energía a la vez que caminamos con dificultad de una crisis a otra, no sabiendo si el horror de hoy traiga días más oscuros y de incertidumbre en comparación con lo que pueda suceder la próxima semana.

Certeza y un sentido de bienestar como que no se ve en el panorama. La gente, sí, hasta gente capaz, retroceden y se esconden en su mundo privado de seguridad y progreso, rogando por una esperanza determinada que “las cosas de alguna manera van a salir bien”.

No soy un gurú del liderazgo, pero he tenido la oportunidad de compartir el ejercicio de liderazgo en varios escenarios profesionales.

El modelo más simple de liderazgo trabaja con tres dimensiones; visión, valores y ejecución.

Si un negocio o un país no tienen una clara visión de qué es lo que hay que alcanzar, existe el peligro que se atasque en los problemas operacionales de “hoy”. Se corre de un asunto urgente al próximo, trabajando frenéticamente para mantener su cabeza sobre el nivel del agua, pero mientras tanto se ha perdido la dirección, sin saberlo.

En el ambiente competitivo de hoy, la falta de un claro entendimiento del futuro, muy inevitablemente significa que otros acabarán tomando unos buenos bocados de su mercado a la vez que se orientan hacia las oportunidades que usted no logra ver. Uno pudiera decir, a pesar de toda la crítica, que los líderes políticos hablan de planes de desarrollo para cumplir con la última visión de un mejor país. Digamos que por un momento aceptamos que esto es lo correcto, y que la mayoría de los Puertorriqueños compramos esa visión.

Ahora viene la segunda dimensión de liderazgo: ejecución, desempeño, resultados tangible, eficiencia operacional, gestión de proyecto dentro del marco de presupuesto y a tiempo, expertise para realmente hacer el trabajo, y cualquier otras palabras que podamos usar para decir: “Hagamos que ocurra”.

Este es el punto más débil de nuestro sistema. Los puertorriqueños hacemos planes y nuestro gobierno le encanta nombrar comités para cada asunto y salen de inmediato a pensar nuevos planes y se nombran comisiones para supervisar su desarrollo. Pero, no hay ejecución decisiva de liderazgo, mayormente debido a incapacidades y falta de competitividad.

El resultado es que realmente nos quedamos parados muy quietos y en algunos casos vamos en retroceso. Planificacion no es el problema. Dinero no es el problema. La gente que les corresponde hacer el trabajo es el problema. Cada mes reciben un cheque. Son rápidos en exigir más. Pero fracasan en acción.

Es aquí donde la tercera dimensión de liderazgo entra: valores. Me refiero a moral y valores de trabajo. Un valor como la honestidad y confianza significa nada a menos que determina y moldea conducta. Usted no sabe el valor de un gobierno o negocio simplemente leyendo su supuesta lista de valores. Usted “Ve” los valores en su interacción con ellos. Usted se dará cuenta si de verdad cumplen lo que dicen.

Que Puerto Rico y el mundo vive en medio de una crisis de valores ha sido aceptado por muchos. El carácter moral de nuestros líderes es cuestionado por periódicos semanas tras semanas donde nos cuentas las historias de enriquecimiento propio y corrupción. La misma fibra moral de nuestros líderes políticos ha sido cuestionada muchas veces. En el sector privado, el sistema bancario global ha probado a sí mismo ser moralmente corruptibles.

En resumen, puede ser que tengamos una visión y un plan. Pero no tenemos el liderazgo para ejecutar el plan, ni los valores correctos para moldear nuestras acciones.

El liderazgo débil lentamente extingue la energía y alma de una nación o un negocio. Levantémonos y seamos contados. Cosas malas pasan cuando la gente buena no hace nada.