Balance de lo micro, por Leonardo Boff
Desde San Agustín (“en cada hombre hay simultáneamente un Adán y un Cristo”), pasando por Abelardo (“sic et non”), por Hegel y Marx hasta llegar a Leandro Konder, sabemos que la realidad es dialéctica. Es decir, es contradictoria porque los opuestos no se anulan sino que se tensionan y conviven permanentemente generando dinamismo en la historia. Esto no es un defecto de fabricación sino la marca registrada de lo real. Nadie lo ha expresado mejor que el pobrecito de Asís al rezar: “donde haya odio que yo lleve amor, donde haya tinieblas que lleve la luz, donde haya error que lleve la verdad…” No se trata de negar o de anular uno de los polos, sino de optar por uno, el luminoso, y reforzarlo hasta el punto de impedir que el otro, negativo, sea tan destructivo.
¿A qué viene esta reflexión? Con ella quiere expresarse que el mal nunca es tan malo que impida la presencia del bien; y que el bien nunca es tan bueno que suprima la fuerza del mal. Debemos aprender a negociar con estas contradicciones. En un artículo anterior intenté hacer un balance de lo macro, negativo: así como estamos vamos de mal en peor. Pero dialécticamente hay un lado positivo que importa realzar. Un balance de lo micro nos revela que estamos asistiendo, esperanzados, al brote de flores en el desierto. Y esto está ocurriendo por todas las partes del planeta. Basta frecuentar los Foros Sociales Mundiales y las bases populares de muchas partes para notar que hay vida nueva que está abriéndose en medio de las víctimas del sistema e incluso en empresas y en dirigentes que están abandonando el viejo paradigma y se ponen a construir un Arca de Noé salvadora.
Anotamos aquí algunos puntos de mutación que podrán salvaguardar la vitalidad de la Tierra y garantizar nuestra civilización.
El primero es la superación de la dictadura de la razón instrumental analítica, principal responsable de la devastación de la naturaleza, mediante la incorporación de la inteligencia emocional o cordial, que nos lleva a implicarnos con el destino de la vida y de la Tierra, cuidando, amando y buscando el vivir bien.
El segundo es el fortalecimiento mundial de la economía solidaria, la agroecología, la agricultura orgánica, la bioeconomía y el ecodesarrollo, alternativas al crecimiento material vía PIB.
El tercero es el ecosocialismo democrático que propone una forma nueva de producción con la naturaleza y no contra ella y una necesaria gobernanza global.
El cuarto es el biorregionalismo que se presenta como alternativa a la globalización homogeneizadora, valorando los bienes y servicios de cada región con su población y cultura.
El quinto es el buen vivir de los pueblos originarios andinos que supone la construcción del equilibrio entre los seres humanos y con la naturaleza a base de una democracia comunitaria y el respeto a los derechos de la naturaleza y de la Madre Tierra o el Índice de Felicidad Bruta del gobierno de Bután.
El sexto es la sobriedad compartida o la sencillez voluntaria que refuerzan la soberanía alimentaria de todos, la justa medida y la autocontención del deseo obsesivo de consumir.
El séptimo es el visible protagonismo de las mujeres y de los pueblos originarios que presentan una nueva benevolencia hacia la naturaleza y formas más solidarias de producción y de consumo.
El octavo es la lenta pero creciente acogida de las categorías de cuidado como condición previa para una sostenibilidad real. Esta está despegándose de la categoría desarrollo y es vista como la lógica de la red de la vida que garantiza las interdependencias de todos con todos asegurando la vida en la Tierra.
El noveno es la penetración de la ética de la responsabilidad universal, pues todos somos responsables del destino común, el nuestro y el de la Madre Tierra.
El décimo es la recuperación de la dimensión espiritual, más allá de las religiones, que nos permite sentirnos parte del Todo, percibir la Energía universal que todo penetra y todo sostiene y nos hace cuidadores y guardianes de la herencia sagrada recibida del universo y de Dios.
Todas estas iniciativas son más que semillas. Son ya brotes que muestran la posible floración de una Tierra nueva con una humanidad que está aprendiendo a responsabilizarse, a cuidar y a amar, lo que afianza la sostenibilidad de este pequeño planeta nuestro.
[Vea L. Boff y M.Hathaway El Tao de la Liberación, explorando la ecología de la transformación (Vozes 2012).]
Publicado: 80grados.net
Por: Leonardo Boff