La democracia participativa
Esta semana se iniciaron las vistas públicas para atender un segundo proyecto de ley por petición ciudadana. Este proyecto propone la creación de un comité multisectorial para investigar, evaluar y recomendar un sistema universal de salud para Puerto Rico, que considere en su evaluación la viabilidad de un pagador único.
Los elementos sustantivos del proyecto se centran en lograr una discusión amplia e inclusiva de todos los sectores para garantizar que la salud se trabaje como un derecho y no como un privilegio. Los proponentes entienden que la ciudadanía debe poder decir y recomendar, desde su voz como paciente, como proveedor de servicios de salud, como investigador, como educador, como representante gubernamental, como organización comunitaria o como empresa, el futuro y presente de la salud y de los recursos que se destinan a ella. Lo invocan como derecho de la democracia y desde la dignidad de ser parte de ella.
Este reclamo sigue al iniciado semanas atrás por la Mesa de Trabajo del Plan Decenal de Educación. Reclamo que inició en un proyecto de ley que va en su segunda semana de discusión y que ha generado toda clase de reacciones, en especial, sobre la autoridad que tiene la ciudadanía para proponerla fuera de las estructuras de participación autorizadas o conocidas, como son los partidos políticos.
En los próximos meses comenzará una tercera discusión, amplia e inclusiva, para evaluar proyectos nacionales de seguridad para Puerto Rico. Así lo están trabajando organizaciones de diferentes sectores que han logrado diseñar uno de los proyectos más abarcadores e integrales para promover un país seguro para la próxima década. Su ambición no es poca: lograr que Puerto Rico sea uno de los países más seguros del mundo en los próximos 5 años.
En otros ámbitos, la ciudadanía se sigue apropiando de la protección de su ambiente y su educación, como es el caso del Bosque Escuela, iniciado por Casa Pueblo. Localizado y a la vez de trascendencia nacional. Si logra su propósito, podríamos contar con un modelo exitoso para transformar la educación en cada escuela de esta tierra.
¿Qué tienen en común todas estas iniciativas ciudadanas y qué no tienen en común con la situación actual? Lo primero es que se gestan fuera de los típicos organismos que tradicionalmente aglutinan o controlan proyectos y procesos. Esos proyectos los desarrollan personas y organizaciones sobre los asuntos públicos que les preocupan y sobre los cuales logran acuerdos. Su metodología es el diálogo deliberativo, más horizontal y más participativo. Cada persona es importante y cada acuerdo se trabaja y se protege.
Han sido interesantes las reacciones y los discursos que han salido de personas y grupos que, por no tener otros referentes que los tradicionales, comentan, evalúan e invalidan estos proyectos ciudadanos. Comentaristas y opinadores que todavía piensan el mundo en sus polaridades de derecha e izquierda, intentan clasificar estos grupos en uno de estos dos polos, demostrando su incapacidad de comprender la complejidad del fenómeno que enfrentan. Ninguno de ellos revisa en serio estas propuestas o se integra a sus prácticas, porque a fin de cuentas no sabrían practicar una relación fuera de sus círculos estereotipados.
Decían en mi barrio que no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir. Así es. La Democracia con mayúscula supone no sólo el discurso de la participación ciudadana, sino abrir el espacio para que esa participación se abra camino y se exprese con todas sus consecuencias. El principio de universalidad en la democracia supone garantizar el mismo derecho a todos los habitantes de esta tierra y en igualdad de condiciones y no sólo a los que con su voto logran acertar los gobiernos de turno. ¿Cómo escuchar todas las voces y no sólo sus “representantes” ? Estos grupos y estas mesas están proponiendo formas avanzadas de lograr la educación, la salud y la seguridad para todos y no para unos pocos: una tarea monumental y transformadora. Demos paso a la democracia participativa.
Por: María de Lourdes Lara
Publicado en El Nuevo Día el 6 de septiembre de 2013