La paz que todos merecemos, por María de Lourdes Guzmán
Tras los hechos sangrientos que tiñeron de dolor esta navidad, el año nuevo nos recibió con una gran noticia. Grupos, que por años habían estado enfrentándose por el control de puntos de drogas en el residencial Luis Llorens Torres decidieron hacer una tregua. Estas pugnas habían causado decenas de muertes de miembros de estos grupos y de personas inocentes. Los vecinos del residencial vivían presos del terror y la amenaza de ser la próxima víctima. Fueron componentes de esta comunidad los que propiciaron el diálogo entre los grupos en pugna, logrando el tan anhelado cese al fuego. Hoy, Llorens Torres vive un nuevo aire que les permite a sus residentes, transitar en paz por sus calles y compartir la alegría de la unidad que esa paz genera en el residencial más grande del país.
La experiencia de Llorens Torres, que alberga a cerca de 30,000 personas, siembra una gran esperanza frente al embate de la criminalidad, que desde la implantación de la política de mano dura, ha segado la vida de miles de nuestros compatriotas. Estas guerras, extendidas a través de todo nuestro país, tienen entre sus soldados a miles de jóvenes puertorriqueños, víctimas de la marginación, del discrimen, del abandono y de la indiferencia de las administraciones gubernamentales que se han turnado en el poder.
Los gobiernos de nuestro país se han caracterizado por su defensa de los sectores económicos dueños del capital, sustentando un modelo económico que condena a millones de puertorriqueños a vidas caracterizadas por la privación y la desigualdad. Ellos han sido sometidos a condiciones de pobreza económica que les niega el derecho a una vida decente y justa, a una vivienda digna, a una educación de calidad, a buenos servicios de salud; en fin, a lograr sus legítimas aspiraciones. Esa pobreza les ha conducido, irremediablemente, a otra pobreza más cruel: la pobreza espiritual que alimenta el egoísmo, la apatía, la ambición desmedida, la deshumanización.
La paz que hoy se vive en Llorens Torres, es la paz que merecemos todos, no importa dónde vivimos ni quiénes somos. Mas para que esa paz sea perdurable y extensiva a todo Puerto Rico, es imprescindible que el Gobierno asuma su responsabilidad de una vez por todas y se ocupe seriamente de proveerle a estas comunidades históricamente marginadas, el derecho elemental a vivir con dignidad. Eso implica facilitarles oportunidades y servicios que les permitan desarrollarse sin que se les discrimine por su condición social. Sólo así podremos salvar a miles de hombres y mujeres, víctimas de la desidia institucional, que han visto malogrados sus sueños ante la desesperanza y la frustración y que podrían contribuir a crear el Puerto Rico al que aspiramos.
Por: María de Lourdes Guzmán
Publocado: El Nuevo Día