“Lo chiquito también hace la diferencia”
Cuando tenía ocho años, Alondra Ríos comenzó a recorrer casuchas abandonadas, basureros y plazas públicas. “Tío Gerardo, Tío Gerardo”, gritaba a cada paso con la esperanza de verlo aparecer para entregarle una de las bolsitas con merienda que ella misma había preparado para la gente sin hogar.
Alo -como le gusta que la llamen- ya tiene once años y dice con orgullo que su Tío Gerardo ya no usa drogas ni deambula por las calles.