Lucha activa por los derechos humanos
Al cumplirse hoy 65 años de la proclamación del primer documento jurídico de alcance global como es la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, procede sugerir la necesidad de reiterar sus postulados para elevarlos de la categoría de manifiesto a la de pacto inviolable entre naciones.
Obligan a esa propuesta los asombrosos resultados de un estudio del Proyecto Dignidad de la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana, que saca a la superficie la ominosa realidad puertorriqueña que contrasta con el propósito cardinal de la promulgación del documento, es decir, la consolidación de un mundo de justicia, paz e igualdad, que sólo es dable a través de la observancia absoluta de los sagrados derechos de los individuos y los pueblos.
Puerto Rico, está claramente evidenciado, no anda solo en ese estado de carencia de conciencia colectiva que sirva de cimiento en el acatamiento de los derechos promulgados por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948. Como una película desagradable desfilan a diario los aciagos sucesos mundiales donde se vulneran los postulados alentados en aquel documento que, dicho sea de paso, fue víctima de la polarización ideológica y partidista entre los bloques capitalista y comunista.
Resultó altamente positivo que el documento no recibiera un solo voto en contra en el seno de la ONU, lo que supuso una victoria de la Humanidad. No obstante los 48 votos afirmativos, se registraron ocho abstenciones, entre otras razones, por reservas resultantes de tradiciones religiosas o por la inclusión, -objetada por esos países-, de derechos económicos, sociales o comerciales.
A lo largo de más de seis décadas, los postulados inscritos en el magno documento han servido para adelantar la protección de los derechos humanos como un mandato moral a todos los gobiernos y grupos de respetarlos, aun en el supuesto de jurisdicciones sin leyes que los hagan obligatorios. Aún se asoman periódicamente denuncias sobre crasas violaciones a los derechos humanos en la modalidad de persecuciones, encarcelamientos injustos y excesivos y privación de oportunidades por diferencias políticas, ideológicas, raciales o de género.
Está en orden, pues, una iniciativa universalmente coordinada para diseminar por todos los rincones de la Tierra la importancia vital de inculcar en todas las sociedades del mundo el conocimiento de los derechos y las obligaciones contenidos en la Declaración Universal. Increíblemente, como ha señalado la Oficina de la Relatora Especial de la ONU sobre el estado de los derechos humanos en el mundo, el documento aún resulta desconocido o irrespetado por muchos de los responsables de aplicar sus principios.
Puntual en ese esfuerzo debe ser la comprensión del quinto apartado de su preámbulo, que afirma “que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de libertad”.
La resolución 144(53) de la ONU de diciembre de 1998, instando a individuos, grupos, gobiernos e instituciones a promover y proteger los derechos y las libertades fundamentales inscritas en la Declaración de 1948, puede ser un punto de partida para vigorizar la importancia del documento universal. Es necesario que en este 65 aniversario de la Declaración Universal se produzca un abrazo mundial que unifique las fuerzas en esta dirección.
Puerto Rico tiene un gran papel en esta misión.
Por: Editorial El Nuevo Día
Publicado en El Nuevo Día el 10 de diciembre de 2013