Por una receta de justicia económica
En Puerto Rico hay amplio consenso sobre los retos económicos de la Isla identificados en un informe recién presentado por el Banco de la Reserva Federal de Nueva York. El gran dilema es qué hacer para prevalecer en esos desafíos y recuperar nuestra competitividad económica y la ruta hacia el desarrollo socioeconómico.
Según el banco, los principales problemas que lesionan nuestro desarrollo son: la debilidad del mercado laboral, el rezago del capital humano, los altos costos de hacer negocios en Puerto Rico, la debilidad de los bancos, la falta de alternativas al financiamiento bancario y la contracción del sector industrial.
Dificultamos que a alguien en la Isla le haya sorprendido esta conclusión, puesto que son los mismos legendarios retos que economistas, industriales, empresarios y peritos de otros sectores sociales han venido discutiendo desde mucho antes de que nuestra economía entrara en recesión hace seis años.
Así que estamos bien duchos en la materia de identificar los problemas, pero como país seguimos quedándonos cortos en la implementación de remedios efectivos a los dilemas que continúan lacerando nuestro potencial de desarrollo. Por ejemplo, ¿qué estamos haciendo concretamente para lograr que aumente el índice de participación en la fuerza trabajadora, que está entre las más bajas del mundo?
Tenemos que destacar que vemos una gran contradicción en la recomendación hecha por representantes del banco, para establecer un salario mínimo más bajo que el actual para los empleados de menos de 25 años.
Si el País necesita insertar en la fuerza laboral a unos 319,660 jóvenes que ni estudiaban ni trabajaban para aumentar la productividad, ¿a quién se le ocurre que la aplicación discriminatoria del salario mínimo en perjuicio de empleados menores de 25 años puede ser incentivo para lograr esta necesitada transición?
De otra parte, están pendientes otras interrogantes: ¿cómo logramos reducir el costo de hacer crecer nuevos negocios y expandir los ya existentes, sin castigar a los trabajadores eliminándoles beneficios en el proceso? ¿Cómo reducimos el costo elevado de la electricidad y mejoramos nuestra infraestructura de transporte, elementos que encarecen hacer negocios en Puerto Rico? ¿Cómo fortalecemos el sector bancario para ampliar la disponibilidad de crédito, eje de todo desarrollo?
Las respuestas a estas preguntas no tienen que venir del exterior. Hay muchas buenas propuestas esbozadas por organizaciones como el Centro para la Nueva Economía -que lleva tiempo proponiendo la creación de una Junta Reguladora de la Autoridad de Energía Eléctrica como ahora lo hizo el FED- y la Coalición del Sector Privado y Agenda Ciudadana, entre muchas otras, para encaminar las soluciones socioeconómicas que el País necesita.
Lo que se necesita es comenzar a considerar estas bien intencionadas propuestas fuera de líneas partidistas, y, luego de un análisis riguroso del potencial de impacto positivo de cada una de ellas, comenzar su puesta en vigor.
Puerto Rico, como bien destacó recientemente el presidente panameño, Ricardo Martinelli, cuenta con grandes oportunidades comerciales, académicas y culturales como territorio estadounidense y nación de cultura hispana que nos potencian para convertirnos nuevamente en una verdadera historia de éxito económico.
Hay consenso en que todas las fuerzas adversas que inciden en la desaceleración de nuestra economía son conquistables. Lo que hace falta es una voluntad inquebrantable, como la exhibida cuando se implantó Operación Manos a la Obra, el ambicioso proyecto que supuso el inicio de la industrialización de Puerto Rico al final de la Segunda Guerra Mundial, para lograr una transfiguración económica cimentada en una política económica amplia, coherente y fuera de líneas partidistas.