Un debate que vuelve como la marea
Escritores analizan el nuevo proyecto de educación bilingüe
Por Ana Teresa Toro / [email protected]
La lengua no es un vestido que se pone y se quita. Pensamos como hablamos, sentimos -incluso- dentro de los códigos que nuestro vernáculo provee.
En español se quiere y se ama, y no significa lo mismo. Un idioma como el alemán, tan estructurado, se parece mucho a su cultura de orden y precisión. Lo mismo ocurre con otras lenguas que, a fin de cuentas, son una manera de hacer que el mundo conocido exista. Lo que nombras existe y la lengua en que lo nombras tiene que ver con cómo te relaciones con las nociones de mundo que te vas creando. En fin, para no rizar el rizo, un idioma no es algo que opera en solitario, no es una prótesis que puede insertarse en un cuerpo cultural vivo.
Sobre eso hay que pensar esta semana, luego del reciente anuncio que hiciera el secretario del Departamento de Educación, Edward Moreno, acerca del plan que iniciará en agosto próximo y a través del cual se busca que el inglés sustituya progresivamente el español como idioma principal para la enseñanza en el sistema educativo público del país. El gobernador Luis Fortuño apoya esta medida que trae consigo ecos de la historia del sistema educativo isleño desde la ocupación estadounidense en el 1898.
No son pocos los abuelos y abuelas de muchos puertorriqueños que aún saben de memoria el juramento a la bandera de los Estados Unidos o hablan de sus padres como “Father” y “Mother”. Pero hasta ahí llega la cosa. También se escuchan los cuentos de las maestras y maestros que pedían a un estudiante velar en la puerta por si llegaba algún inspector para, de inmediato, dejar de hablar español en el salón de clases y continuar en inglés.
Y es que -como documenta la historiadora Aida Negrón de Montilla en su libro “La americanización en Puerto Rico y el Sistema de Instrucción Pública (1900-1930)”- en la asamblea que se celebró el 3 de octubre de 1898 en el Teatro Tapia para estudiar la situación de Puerto Rico tras la ocupación se fraguó lo que sería un nuevo sistema educativo para los puertorriqueños. La intención fue clara: educar para americanizar. Cientos de maestros llegaron de los EE.UU. para esa labor, se crearon nuevos currículos, se comenzaron a celebrar las fiestas tradicionales estadounidenses (que tan bien Abelardo Díaz Alfaro documentó en el cuento “Santa Cló va a La Cuchilla”), se repartieron mapas, banderas, se crearon escuelas formativas para maestros y así, con algunas entradas y salidas del español en ciertos niveles de enseñanza, se llegó al 1948. Pero todavía la gente hablaba español como lengua materna.
El fracaso se atribuyó a múltiples razones, con particular énfasis en una llamada “resistencia psicológica” por entender que cuando se forzaba la enseñanza de un idioma en lugar de adelantarla, la retrasaba.
“Eso lo que logró fue empobrecer la enseñanza”, observa la crítica literaria Carmen Dolores Hernández.
“Hubo varias generaciones a las que se les amputó gran parte de su proceso formativo”, señala el escritor Luis López Nieves, director de la Maestría en Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón.
Gracias a que el gobierno colonial fue modificado para que los puertorriqueños pudieran elegir al gobernador (Luis Muñoz Marín) y, a su vez, a este se le dio la autoridad para designar al comisionado de Educación (Mario Villaronga), finalmente se instituyó el español como el idioma oficial para la educación en Puerto Rico en el año escolar 1949-1950.
Mitad y mitad
Desde entonces, no han faltado esfuerzos para volver al “English only” en las escuelas impulsados por las facciones anexionistas y rechazados por las muchas izquierdas. Al momento, ninguno ha sido exitoso del todo. Este reciente proyecto, presentado como una alternativa para lograr la educación bilingüe, no está exento de su carga política. Pero más allá de eso, es un tema que compete muy de cerca a nuestros escritores, los que a diario manejan la palabra y, con ella, la identidad.
Voces como la de López Nieves, creador de la famosa campaña publicitaria de “El idioma es la sangre del espíritu: idioma defectuoso, pensamiento defectuoso”, apuntan a que esto se trata de un “genocidio cultural que hay que denunciar en los foros internacionales”.
“No se puede olvidar que el español es la segunda lengua más hablada en el mundo después del mandarín”, expone el escritor quien recuerda que “dos mitades de un idioma no suman uno completo, sigues hablando dos mitades”, expone.
La escritora Yolanda Arroyo Pizarro abunda asimismo que “no se le puede imponer un idioma a nadie”. “En una situación ideal deberíamos estar aplaudiendo pero no podemos desligarnos de todo el bagaje que traemos los puertorriqueños con respecto al inglés”, opina toda vez que cataloga el que se suplante el español como una “masacre académica”.
Por su parte, la escritora Mayra Montero sazona el debate con lo que considera es un alto grado de hipocresía con relación al tema del idioma.
“Ya hubo un tiempo en que se enseñaba en inglés, y el español sobrevivió y se impuso. Todo depende del sentimiento de la gente, de su entereza, de la solidez de su identidad. Lo que me parece inconcebible es que muchas de las personas que ahora levantan bandera y se indignan a causa de este plan son las mismas que apenas patrocinan el libro en español, lo leen todo en inglés, en lugar de comprar ediciones en castellano. Y toda la televisión que ven, la ven en inglés y patrocinan también las películas en inglés sin subtítulos, sin protestar, al contrario, les parece muy lógico, y que se fastidien los que no las entienden”, dice.
Las repercusiones de toda esta melcocha lingüística, “las tenemos ya, con la pobreza del lenguaje, con lo mal que se expresan los jóvenes. En español, y supongo que en inglés”.
Pero en materia de la producción literaria, la voz de alarma no resuena tanto porque hace mucho que el debate en torno a considerar la literatura escrita en inglés u otros idiomas como puertorriqueña está -bastante- superado. “El debate de las identidades es cada vez más interesante. ¿De qué patria es la literatura que se hace en la otra lengua o de qué lengua es la que se hace en la patria?”, plantea la escritora Magali García Ramis.
Sí al bilingüismo
Algo en lo que todos coinciden es en que ninguno se opone a la enseñanza de un segundo idioma siempre y cuando no vaya en detrimento de la enseñanza del vernáculo.
“Esto es un mundo de imágenes y un gran simulacro. Ojalá todo el mundo hablara y entendiera bien el inglés, pero esto es como cuando falsamente se le pone un letrero de ‘Police’ a la Policía y a la hora de hablarlo, no pueden. Es una cosa puramente política, de aparentar que aquí se habla inglés en todas partes”, opina por su parte la escritora Magali García Ramis, quien recuerda que “para ser bilingüe no hace falta enseñar todas las materias en inglés”, como sucede en muchísimos países alrededor del mundo. “Eso va abocado al fracaso porque lo que quieren es sustituir uno por el otro”, añade.
Mayra Santos Febres, escritora y fundadora del Festival de la Palabra, aunque mira el proyecto con recelo, está convencida de que no solo no será efectivo, sino que no podría serlo de ninguna manera. “Cuando la cultura puertorriqueña era más débil no se logró, imagínate ahora”, dice. “Pensar que el español de Puerto Rico está en peligro es ser un poco miope, basta ver la historia de su desarrollo. Pero claro, la lengua seguirá mutando porque es un sistema vivo”, elabora no sin antes denunciar el matiz político de medidas de esta naturaleza.
“Un plan educativo no se puede dejar llevar por las próximas elecciones. Nuestros niños no crecen cada cuatro años”, dice. “Además, los idiomas no se restan, se suman. Hablar inglés no te va a dar una cultura inglesa. El español para nosotros no es un idioma que se puede sustituir porque es más que eso, es todo un sistema cultural”, finaliza.