Un rescate urbano con empresarismo
Los esfuerzos desde todos los sectores por desarrollar iniciativas que les quiten espacios a la delincuencia y a la desigualdad económica y social, tienen que incluir la revitalización de los cascos urbanos en la Isla desde un nuevo modelo centrado en la gente, en la interdependencia con el ambiente y la autogestión.
Como enfatiza en una parte de sus propuestas de desarrollo socioeconómico la Agenda Ciudadana, es clave la utilización de estructuras, edificios y espacios abandonados para impulsar su rehabilitación como parte de un poderoso proyecto de empresarismo, creación de empleos y revitalización cultural de dichos polos urbanos.
El deterioro avanzado de cascos urbanos, como el de Río Piedras y muchos otros en Puerto Rico, corroe cualquier intento de construir un país que ofrezca a sus ciudadanos la oportunidad de una vida plena.
Casi convertida en ciudad fantasma de imponentes estructuras abandonadas por el éxodo de residentes y comerciantes, Río Piedras es hoy, de nuevo, mantra de políticos en campaña. El alcalde y candidato a la reelección, Jorge Santini, promete construir una nueva torre municipal que atraiga a la ciudad universitaria 1,200 empleados. Y se refiere al otrora municipio como “un mercado importante” que debe ser revitalizado “para estimular la economía por su atractivo para inversionistas”.
Río Piedras es muestra evidente del fracaso de ese modelo tradicional -social, económico y de gobierno- avivador del individualismo y servil ante el mercado, cuyo resultado ha sido el cada vez más profundo aislamiento en que vive la mayoría de los 3.7 millones de habitantes de la Isla.
De ahí que la rehabilitación de edificios y el rescate de terrenos en desuso, tienen que ser planificados desde otro modelo, sostenido por la amplia participación de residentes y comerciantes. Crear, desde esa base, una visión conjunta de convivencia y de gestión social, cultural y económica es tarea impostergable y viable que ofrece numerosos beneficios.
Lo demuestra, por ejemplo, la cineasta Michelle Malley Campos, que pudo ver en un solar baldío de Santurce la posibilidad de crear algo mejor y trascendente. Esta joven egresada de la New York University transformó un lote afeado por la basura y la maleza, en la calle Loíza, en espacio de arte y encuentro donde el cine y el teatro callejero nutren la germinación de un nuevo tejido social.
Tan simple puede llegar a ser, cuando hay empeño, la construcción de una nueva ciudad, viva y palpitante, centro de convergencias que se enriquezca de lo diverso. Las oportunidades y las buenas ideas sobran para desarrollar espacios que fomenten la interacción y el avance socioeconómico colectivo. Requerirá voluntad, como primer paso. Voluntad de sus ciudadanos para hacer y exigir más y voluntad de quienes gobiernan para echar a un lado su afán de controlar y procurar ventajas a costa de los demás.
Tienen los gobernantes que poner voluntad para abrir espacios a la participación, para escuchar y para ponerse al servicio de los ciudadanos. Requiere voluntad de todos, gobernantes y gobernados, para confiar en la posibilidad de producir juntos soluciones innovadoras y colaborativas que lleven a otras formas de urbanismo y desarrollo.
Como una sociedad que convulsa con fiebre de ocio y violencia, individualismo, sectarismos, apatía y desigualdad, es urgente rescatar y revitalizar los espacios urbanos para el disfrute de todos.
Y hagamos que en ese proceso de rescate de los cascos urbanos, los edificios en desuso que hoy denotan la supuración del atraso se transformen en nuevos centros de la superación, educación, de la tecnología y la investigación, del comercio y la producción.