Una oportunidad para educar mejor
La disminución de unos 20,000 estudiantes en la matrícula del curso escolar que comienza el próximo 5 de agosto debe enfrentarse, no con lamentos, sino como una oportunidad para replantear las estrategias de enseñanza, sacar del rezago a la escuela pública y adecentar la distribución de los recursos en el Departamento de Educación.
Esta coyuntura debe servir de plataforma para afinar la atención individual, para profundizar en las causas de la merma y sus consecuencias y, con responsabilidad y metas claras, nutrir con voluntad política el camino hacia el Plan Decenal Educativo, como bien ha sido definido por intensos esfuerzos multisectoriales, facilitados por Agenda Ciudadana.
El pasado año escolar cerró con 441,068 estudiantes. El Departamento de Educación estima que, cuando se abran los salones el próximo lunes, entrarán alrededor de 420,000 escolares. Sociólogos, demógrafos y pedagogos han tratado de explicar las causas de una disminución que, a simple vista, se contradice con la situación económica del País.
Precisamente cuando se esperaba un aumento en la matrícula de las escuelas públicas por la llegada de estudiantes provenientes de escuelas privadas, cuyos padres se ven imposibilitados de costearlas, ocurre todo lo contrario. Esto nos lleva a inferir que, en la práctica, de no haber estado de por medio la crisis, la matrícula hubiera sido mucho más baja.
Se calcula que, en menos de 10 años, el sistema público de enseñanza ha decrecido en 134,000 estudiantes. La reducción en la tasa de natalidad y la emigración de núcleos familiares jóvenes, son dos de los factores que contribuyen a esa merma.
El otro factor, quizá el más preocupante, es la deserción escolar. Educación, sin embargo, carece de mecanismos para medir el alcance de un problema que desvía a tantos adolescentes una vez que abandonan la enseñanza elemental. Pero sólo basta mirar el perfil de los individuos que incurren en conductas delictivas para comprender que la deserción es un drama que causa gran desestabilidad social.
Aunque algunos ven una oportunidad de superación en la reducción del número de estudiantes del sistema público, hay que ser prudentes en cuanto a los recortes que esto puede traer en las asignaciones federales. Porque, aunque siempre hay que buscar alternativas para mitigar el golpe por los fondos que se dejen de recibir, las asignaciones federales no pueden ser la mayor preocupación ante un problema de esta magnitud, más aun cuando nuestra meta debe ser superar el desfase entre demografía estudiantil y recursos disponibles.
Con esa visión debe conducirse la preparación y apertura del nuevo curso escolar donde no puede haber espacio para otra cosa que no sea la eficiencia. El secretario de Educación, Rafael Román, ha sostenido a propósito que las 1,466 escuelas públicas del País estarían listas para recibir a los estudiantes la semana próxima. El próximo lunes se verá si en verdad las escuelas estarán listas, con sus salones en condiciones adecuadas y completo el personal docente y no docente que debe garantizar a niños y jóvenes el derecho pleno a la enseñanza.
Mientras tanto, el gobernador Alejandro García Padilla ha firmado una orden ejecutiva que exige a los padres compromiso y presencia en la escuela cuando se les requiera. Se trata de una medida largamente esperada. No debería ser necesario que el Gobierno obligue a los padres a involucrarse en la educación de sus hijos, pero al ser el hogar la primera barrera contra la deserción, la orden viene como anillo al dedo. Esperemos pues, que sea un curso de provecho y grandes cambios. Y un punto de lanzamiento del proceso que debe culminar con la transformación real de la educación pública en Puerto Rico.
Por: Editorial El Nuevo Día
Publicado en El Nuevo Día el 31 de Julio de 2013