Violencia, problema de salud pública
No cabe duda de que los problemas sociales asociados a la seguridad pública son prioritarios en el país. Los asesinatos de jóvenes, niños y mujeres, además de los malos tratos a personas de la tercera edad nos consternan. La pregunta es: ¿cómo acabamos con el primer problema de salud pública? Nos referimos a la violencia en sus distintas formas y modalidades.
Los análisis de especialistas en el comportamiento humano, desde psicólogos hasta prominentes juristas, apuntan a varios factores precipitantes. Algunos les llaman la raíz del problema. Entre otros están la mala distribución de la riqueza, una educación formal e informal patriarcal sin perspectiva de género y la desatención a la salud mental individual y colectiva. Con este panorama parecería que hay pocas opciones. Ciertamente estamos en desacuerdo.
El nuevo año comenzó y se respira optimismo. Hay expectativas de que la pluralidad en la selección del nuevo liderato político traerá consigo cambios reales. La promesa básica ha sido devolver el poder al pueblo y hacerlo partícipe y protagonista de su historia y de sus sueños. Puerto Rico parece encaminado a retomar como país la agenda de forjarnos un sentido común de futuro.
Hay un término para que evaluemos si vamos o no en la dirección correcta. Sin duda todas las miradas observan cómo se están entretejiendo los intereses, en ocasiones encontrados, de los distintos sectores públicos y privados. Estamos esperanzados en encontrar nuevas soluciones a viejos problemas.
Es alentador pensar que un mejor Puerto Rico es posible. A tales efectos la educación debe verse como eje central de los procesos de cambio social. Proponemos recuperar y hacer parte de la política pública los planteamientos de la Organización Mundial de la Salud de que la violencia es un problema de salud pública.
Por otro lado el Instituto Interamericano de Derechos Humanos comunica que la educación en derechos humanos es educar en valores, para la paz y para la democracia. Aunque nuestro país no tiene asiento en la ONU o en la OEA, se nutre como nación de los logros de la Humanidad.
Hay quienes señalan también que hay buenas ideas dentro y fuera del país que han enfocado la violencia desde diversas ópticas. Los esfuerzos en la búsqueda de soluciones pueden dirigirse apropiadamente si los ajustamos a la identidad nacional puertorriqueña, si reconocemos nuestra realidad geopolítica caribeña y si permitimos la participación ciudadana que cobra mayor relevancia en el Puerto Rico contemporáneo.
La educación para la paz y la democracia es posible. El rescate de los valores morales dependerá en buena medida, de una educación comprometida con educar en derechos humanos y no de una campaña publicitaria aguada y hueca de contenido. El país tiene los recursos para el cambio. Quiere y espera un futuro mejor. Citando a Gandhi, “no hay un camino hacia la paz; la paz es el camino”.
Por: Juan Pablo De León
Publicado: El Nuevo Día